Tras los recortes anunciados por el Gobierno el pasado 11 de julio, NOPHOTO ha decidido documentar la evolución del verano más inhóspito y desalentador de nuestra historia reciente. Por si después de éste ya no hubiera otro. Por si desaparece de nuestras vidas el verano. Este blog narra por tanto un estado de inquietud. Sus contenidos son frágiles y discontinuos, asociados a la naturaleza precaria de los tiempos que vivimos. Pretende describir y rememorar las emociones de esa experiencia en vías de extinción que llamamos verano.

Los veranos de mi infancia, esos veranos eternos, los pasábamos en el pueblo de mis padres. Nuestra casa, la de mis abuelos a los que no conocí, estaba en una plazuela con una fuente de caño en el medio. Allí iban las señoras a por agua para lavar y fregar. El agua para beber había que ir a buscarla algo más lejos, al pozo encalado, que sabía mejor. Aunque a nosotros no nos importaba beber del caño de la fuente. Y mojarnos. Sobre todo mojarnos. Aún cuando nos bastaba dar unos pasos para llegar a casa y beber del botijo o de la tinaja, con una taza de metal esmaltado desportillada.

El progreso, en forma de farola y jardincito alrededor, desplazó la fuente a un costado de la plaza. Para entonces prácticamente todas las casas tenían agua corriente y al caño de la fuente solo iban los niños a beber y a seguir empapándose, para disgusto de sus padres.

En Madrid han desaparecido o dejado de funcionar una gran cantidad de fuentes. Aquí el grifo de casa, las tinajas y botijos son historia, no está tan cerca para saciar la sed y hay que recurrir  a un bar o la compra de agua mineral. Tampoco es habitual ver a los niños jugando a mojarse en una fuente, ni a sus padres disfrutando de un espectáculo que les trasporta su infancia al menos por unos preciados momentos.

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