Mi padre dice que de pequeño no pasó hambre pero si necesidad. Cuenta que de niño, cuando se iba con las cabras al monte, se llevaba para todo el día un cacho de pan y un cacho de tocino “!Y cuando había tocino!”… acaba exclamando siempre.
Sus experiencias infantiles le han generado un miedo al hambre y desde que tengo conciencia en el pueblo tiene un huerto sobredimensionado que puede abastecer a diez familias. Según está la cosa con la maldita crisis, hoy más que nunca entiendo que mi padre es un visionario. Estos días sacamos calabacines y unos pepinos que están de llorar. Queda una semana para empezar a recoger los primeros tomates maduros. Este año mi padre se queja que en los tomates no han cuajado muchas flores. Le he preguntado que si cree que la crisis también tiene que ver en esto y me ha contestado “Pregúntale a Rajoy”.
Por mucho que observo el huerto, lo encuentro escrito en un lenguaje que desconozco. Mi padre no ha perdido la esperanza de que algún día yo lo cuide, aunque ya le veo que dedica más esfuerzos en transmitir sus enseñanzas a mi hijo que a mí mismo. El otro día me dijo señalándome dos pequeños surcos de tomates: “Cuando yo guiñe el ojo, con un trozo como este tenéis tomates de sobra para todos vosotros”.
3/08/2012 Navaluenga Digital