“…el fotógrafo no tiene un clase social concreta que lo acoja. No es ni un obrero ni un empresario, ni un finolis ni un granuja, pero es capaz de desempeñar cualquiera de estos papeles y muchos más. Para mí, el fotógrafo practica siempre el transfuguismo social.”
Xavier Mirerachs
Gran parte de culpa por la que elegí esta profesión es por la cantidad de diferentes experiencias que pasa un fotógrafo a lo largo de su vida; un día estás andando por un glaciar, otro día estás cruzando una península sin rumbo, otro día estás en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, otro día estás buceando con tiburones, otro día retratando a un personaje relevante o cubriendo un concierto o una manifestación, otro día visitando unas ruinas romanas, otro día estás caminando por unas playas muy hermosas impregnadas de Historia, otro día estás contemplando un paisaje arrasado por las llamas, otro día estás intentando localizar un pueblo con tan solo un habitante, otro día estás viendo como la gente se tira miles de tomates a la cabeza, otro día visitas una cárcel (y no porque hayas cometido un delito!) y otro día simplemente paseas por placer e intentas hacer una buena fotografía…
Todas estas experiencias y muchas más quedan impregnadas en una imagen, pero sobre todo quedan impregnadas en la persona que las hace, ese personaje que está capturando ese preciso instante detrás de la cámara.
En estos últimos años gracias o por culpa de la fotografía digital y una crisis profunda de valores (entre otras muchas más cosas), esta profesión está en un proceso de transformación y desvalorización continua, a mi juicio estamos sufriendo el mayor cambio desde que se inventó esto de captar la luz. Yo siempre diferenciaré a un fotógrafo de un señor con cámara.
Hoy he tenido otra de esas experiencias por la que quise ser fotógrafo. Esta mañana he “sufrido” un ducha no deseada por un hidroavión.
Sin comentarios