F. y P. son viejos amigos. Hoy he comido con ellos y en la sobremesa he visto como funcionan los maestros. Entre ellos y el resto de amigos que tienen en común han traducido muchos de los libros que habéis leído. Gracias a su estudio, dedicación y cuidado constante hemos podido leer fielmente las palabras de otros que fueron escritas en diferentes idiomas. Hoy han trabajado codo a codo para traducir un texto, y, viendo como lo hacían, he sentido la necesidad de plasmar este acto. A mucha gente le dará igual, incluso ellos se sentirán un poco abrumados y dirán que no es para tanto, pero a mi me parece que el trabajo de un buen traductor es capital y en demasiadas ocasiones no disfrutan del reconocimiento que deberían tener.
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