Lo peor de la vuelta al cole era que cuando llegabas al barrio mis amigos tenían muy avanzada la colección de cromos de fútbol. Yo llevaba tres meses aislado en las montañas y ellos ya estaban aburridos de observarlos, se inventaban juegos con los cromos repetidos. Les habían perdido todo el respeto mientras que yo miraba emocionado esos trozos de papel con caras de futbolistas desconocidos.
Lo mejor de la vuelta al cole era forrar los libros y preparar el material escolar. Me gustaba el cole. Yo era de los que en verano, a pesar de aprobarlo todo, me compraba el Vacaciones Santillana por placer. ¡Hay que ser gilipollas!
A pesar de que nunca entenderé el cambio de nombre de Ciencias Sociales por Conocimiento del Medio, hoy me he presentado voluntario a comprar el material escolar de mis hijos. He ido a la única papelería clásica que existe en Malasaña. En la puerta en un gran cartel anunciaban que la subida del IVA no afectaba a los precios. La profesora de Leo le ha pedido tres botes de pegamento de barra. Yo sólo le he comprado uno. He pensado que como en Diciembre dicen que se acaba el mundo no me quiero arriesgar a que se seque el pegamento en la cartera de Leo tras el Apocalipsis. Luego ya, si es una falsa alarma, pedimos a los reyes magos los dos pegamentos que nos faltan.
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