Clara: 21, Lolo: 23, Helena:21, Lila: 21 años. Ellas estudian educación social y cuentan emocionadas su experiencia trabajando en prisiones. Tienen ilusión por trabajar con prostitutas el próximo curso. Él estudia Educación infantil. Compañer@s del 15M. Les queda un último año de estudios, no conocen a nadie en activo en su futura profesión. En junio empezaron a manifestarse contra el incremento de tasas. No están seguros, pero creen que entrará en vigor este septiembre. Nos conocemos en un autobús del gobierno nepalí.
Están impresionados por los crematorios de Varanasi y por ver a un mendigo arrastrando a un moribundo pidiendo dinero para la madera de su cremación. Vieron morir una persona en una estación de tren. Les interesa la cooperación, restaurar bicicletas antiguas y la fotografía.
Clara: además de sus estudios, trabaja 4 horas diarias incluyendo fines de semana. Entrena un club de fútbol Sala, trabaja en una empresa de gestión deportiva, da clases particulares de recuperación y también es jugadora de fútbol profesional.
Lolo: confiesa con cierto rubor haber trabajado en fábricas ensamblando luces de coches y como mozo de almacén. También estudia, y aún tiene tiempo para ser voluntario de un esplai, organizando actividades para niñ@s y campamentos.
Helena: este año no ha trabajado, pero normalmente imparte clases particulares.
Lila: trabaja en una empresa familiar de alquiler de coches, también en bares, restaurantes y de cangura.
Echan la cuenta de los gastos del verano:
Viaje a la India y Nepal de dos meses: 1700€ todo incluido.
700 €: billete de avión + visado + vacunas + seguro médico.
1000 €: 2 meses de alojamiento, comida, viajes internos y entradas a lugares turísticos. Miden cada rupia que gastan: el agua en India 12 rupias y ni una más, está impreso el precio en la botella si te fijas bien. Se quedan sin ver Durban Square (Katmandú) de día, pero de noche quizás puedan esquivar a los vigilantes y el pago de 700 rupias nepalíes (7 €).
Debaten sobre la posibilidad de pedir algo de dinero prestado para terminar desahogados el viaje. Viajan con un presupuesto fijado de antemano y son responsables con sus cuentas. Lila es tajante: “si es para comer o dormir pido pasta a mi familia, pero si es que porque no puedo ver monumentos, me aguanto”.
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