Cuentan que para hacer llorar a los niños de la foto,les daban caramelos que les arrebataban posteriormente.
Con estos retratos, Jill Greenberg quería reflejar la frustración que sentía con la administración Bush y con el fundamentalismo cristiano en los Estados Unidos.
Deberíamos llamar a la autora para unos nuevos retratos, los de todos los ciudadanos que se sienten estafados con lo que les están quitando en estos días, y no son precisamente golosinas.
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