Hoy, al ver a este hombre, me he acordado del final de un cuento del gran Kurt Vonnegut.
“–¿Sabes una cosa? –dijo el presidente de la junta–. Antes me preguntaba lo que pasaría con todos los estadounidenses como él, esa raza nueva, brillante y lustrosa que creía que la vida no merecía la pena si no consistía en lograr que su familia fuera más y más rica. Me preguntaba qué sería de ellos si volvían los tiempos malos y descubrían de repente que sus bienes netos estaban bajando –Breed apuntó al techo y luego al suelo– en lugar de subir.
Los malos tiempos habían vuelto. Más o menos, cuatro meses antes de que se declarara la epizootia.
–Son hombres unidireccionales… sólo están pensados para subir– dijo Breed.
–Y sus mujeres unidireccionales y sus hijos unidireccionales –El doctor Everett se acercó a la ventana y echó un vistazo al invernal Harford–. Dios mío… la industria más importante de este país se muere por una forma de vida.”
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