Desde que decidimos que el nuestro era un mundo globalizado, y que las pobres mariposas chinas podían provocar con su aleteo un Tsunami al otro lado del mundo, asumimos que todo está conectado.
Así es que relacionar la crisis económica con la falta de triunfos y medallas olímpicas de nuestros deportistas ha sido cosa de sumar dos y dos.
Pero las consecuencias de un cambio mínimo en las banderas colgadas de los balcones de nuestro vecindario puede tener efectos imprevisibles, si no al otro lado del mundo, sí en la propia calle.
Permanezcan atentos al medallero olímpico y a los balcones de sus vecinos.
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